Amor contrariado/ Cristina Peri Rossi

Cuando a las dos de la mañana
te llamo por teléfono
desesperadamente
para decirte que haría el amor hasta morir
detesto que como un reloj cucú me des la hora
me preguntes
si he tomado la pastilla para dormir
si he ido al médico
si he entregado por fin
el artículo del periódico
si he cenado
bajo en colesterol.

Si hubiera hecho todas esas tonterías
estaría igualmente insatisfecha
y además
considera
que no será nada frecuente
en la poca vida que te queda
que alguien te llame a las dos de la mañana
para decirte que haría el amor hasta morir
porque a los cincuenta años nadie tiene ganas de hacer el amor
hasta morir,
( prefieren morir de cosas normales como cánceres
tumores infartos cerebrales)

A los cincuenta

ya nadie es romántico

todo el mundo ha aceptado el fracaso

la hipoteca
el matrimonio vulgar
gay o hetero
lo mismo da.

Sólo algunos locos se pierden en el mar
en una barca solitaria
sólo algunos locos escriben libros
sólo algunos locos se emborrachan
de alcoholes interiores
Sólo algunas locas
llaman a las dos de la mañana
para decir
haría el amor hasta morir
y sin preservativo.

Acéfala/ Daymeri Fruscella Aguero

Ante la recurrencia de los suicidios
Vi un estrellar incandescente de cielo
Mientras me mecía una Masaya de agua
Vaivén de palabras
Arrullos

Salieron de las rocas las lenguas del diablo
Se acercaron y jugaron a la ronda
A la “rueda rueda”
me dijeron: lero, lero mientras me ahogaba
y los trastornos me llamaban

Ante la recurrencia de los suicidios
Pensaba en Alfonsina
“y si llama él…”
No llamará, no lo hará
Entregándome al aquelarre profundo de la decadencia

Entonces la ventana del infierno se abrió
Aspirando la esperanza sin tiempo

Ante la recurrencia de los suicidios
Una mano me salvó
Llegó con bolsas de caramelos de besos
y almohadones de años futuros

Ante la recurrencia de los suicidios

Me quité la cabeza y la puse a reposar.

Teoría sobre Daniela Rocca / Juan Gelman

he aquí que daniela un día conversó con los ángeles

ligeramente derrumbados sobre sus senos góticos

fatigados del trance pero lúcidos lúbricos

y daniela advertía los símiles contrarios

las puertas que se abren para seguir viviendo

las puertas que se cierran para seguir viviendo

en general las puertas sus misiones sus ángulos

ángulos de la fuga las fugas increíbles

los paralelogramos del odio y del amor

rompiéndose en daniela para dar a otra puerta

con la ayuda de drogas diversas y de alcoholes

o de signos que yacen debajo del alcohol

o daniela sacándose los corpiños sacándose

los pechos distanciados debido al ejercicio

del amor en contrarias circunstancias mundiales

daniela rocca loca dicen los magazines

de una pobre mujer italiana por cierto

que practicaba métodos feroces del olvido

y no mató a sus padres y fue caritativa

y un día de septiembre orinó bajo un árbol

y era llena de gracia como santa maría.

 

 

poema de Anna Ajmátova

Tal vez muchas cosas quieran aún
ser cantadas por mi voz:
lo que retumba en el silencio,
o lo que emana de la roca en la oscuridad profunda de la tierra,
o tal vez lo que en el humo se revela.
Todavía no he aclarado mis cuentas
con el fuego, ni con el viento, ni con el agua…
Pero muy pronto este sopor
me abrirá las puertas de par en par
llevándome tras una estrella matutina.

Te quiero a las diez de la mañana/ Jaime Sabines

Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mí.

Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño.

Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?